martes, 26 de mayo de 2009

CIRCUITOS CORTOS

CIRCUITOS CORTOS.
Investigación visual y sonora sobre el concepto de frontera.
El arte como nivel simbólico de lo social.

COLECTIVO LAS NEGRAS



„Un campo de acción donde lo híbrido, lo heterogéneo se articula a
través del arte como sistema de experimentación y trasgresión, en conexión directa con las cotidianidades y aspectos vivénciales de la realidad local.“
Ramón Parramón, Arte / Territorio.


Frontera: Límite. Línea real o imaginaria, que separa dos territorios.
Cortocircuito: Circuito que se produce accidentalmente por contacto entre dos conductores de polos opuestos y suele ocasionar una descarga.


Circuitos Cortos está concebido como un espacio de investigación y producción, en el que a través del arte busca interaccionar con un contexto social determinado. Experimentamos, mediante ciertos ejercicios performáticos realizados en el espacio público, las fronteras territoriales, no en su dimensión de espacio físico, sino en su dimensión sociocultural, concretamente a nivel de los discursos simbólicos de representación dominante y sus respectivos contradiscursos.

En las relaciones sociales entre los individuos que habitan un territorio determinado tenemos varios campos de poder (Bourdieu ). El campo de la producción cultural es donde se debate la lucha de poder a nivel simbólico, a través de la cual el sector dominante legitima su dominio y establece la distinción. A través del lenguaje, ya sea como palabra o como imagen, se intenta interactuar socialmente, pero sobretodo inducir, mantener y reproducir sistemas de creencias. Como expone Thompson, las formas simbólicas establecen una construcción social, un discurso hegemónico, que dicta las formas de representación tanto en la realidad social como en la ideología que serán puestas al servicio del poder. Dentro de estos juegos de poder en el campo de la producción cultural, el arte juega un papel importante como productor y por tanto direccionador del nivel simbólico de lo social.

Dentro del sistema capitalista vivimos, por un lado una culturización de lo económico y una economización de lo cultural (Nelly Richard ), en el que la imagen, la imaginación y el imaginario sale de la esfera del arte y es cotidianizada en un bombardeo visual y sonoro constante a los miembros de una sociedad. Los medios de comunicación masiva utilizan los recursos culturales para construir las significaciones que estarán al servicio del mercado. La sociedad del espectáculo crea discursos, revestidos de imágenes estetizadas, que trasforma las subjetividades a partir de los discursos hegemónicos de poder. Por el otro lado tenemos una corriente del arte que ha optado por un arte antropologizado, sociologizado, que de la mano con los discursos de la subalternidad, funge de denunciante de marginalidades y disputa hegemonías de representación. La obra artística se trasforma en acción de luchas identitarias en las políticas de representación. Es decir, se conectan los significados artísticos con significados sociales, culturales y políticos. Esta resignificación de lo artístico, trasciende su función moderna esteticista y se vuelca hacia el diálogo cultural, hacia la intervención social, hacia lo procesual (la obra como objeto deja de tener valor, lo que importa es el proceso de creación e injerencia social).

Esta simultaneidad del signo en los distintos planos de lo social, confunden y desdibujan los límites del arte, disuelve las especificaciones de marco que delimitan la autonomía del arte, poniendo en riesgo una autoreflexividad del arte en cuanto a sus problemáticas de lenguaje y como regímenes de sentido. Cómo compatibilizar los significados con los significantes? O como diría Richard: Cómo compatibilizar lo político social con lo crítico estético?


En la investigación de Circuitos Cortos partimos de que en la actualidad no podemos hablar de binarios opuestos de manera categórica, las fronteras entre poder y marginalidad, adentro y afuera, público y privado, márgenes y centro, establishment y outsiders, alta cultura y cultura popular, arte y espectáculo, individual y colectivo, global y local, etc. son campos cada vez más transitorios, ambiguos, que dependen del punto de referencia del que se los vea. Nos movemos en territorios cuyas fronteras son difusas, cambiantes, permeables.

Frente a estas múltiples problemáticas artísticas y socioculturales, Circuitos Cortos establece una serie de estrategias de actuación, entendidas como formas de agenciamiento dentro de una investigación experimental, más no como soluciones a dichas problemáticas.

Nos planteamos una investigación práctica y contextual sobre las fronteras étnicas en un microterritorio. Es decir, nos interesa trabajar con las fronteras establecidas dentro de los sistemas de representación que crean estereotipos jerarquizados y que devienen en prácticas de discriminación étnica o rasismo. Dentro de las micronarrativas de poder que se evidencian en el plano de lo cotidiano, nos plateamos la siguiente pregunta: Cómo crear cortocircuitos (momentos desestabilizadores) en las narrativas jeraquizantes sobre la etnicidad?

Circuitos Cortos busca injerir en dichos discursos evidenciados en el comportamiento cotidiano, a través de la creación de cortocircuitos o contradiscursos que cuestionan elementos identitarios de una comunidad determinada dentro de contextos específicos. Para nuestros experimentos partimos de que las determinaciones y condicionamientos sociales de cada sujeto o grupo, en función de múltiples elementos de tiempo, biológicos, de historia, educación, clase, género, etc., no son determinaciones necesariamente absolutas, y por tanto buscamos a través de simulacros temporales la posibilidad de (auto)elevarse como sujeto o comunidad sobre ciertas determinaciones sociales establecidas por los poderes simbólicos hegemónicos. Solamente la capacidad de intervención autónoma nos permite utilizar verbos como: injerir, transformar, cambiar, cuestionar, criticar, etc.



A manera de campos de trabajo que nos permitan un marco de orientación de la problemática hemos establecido tres categorías: 1. Creación de una nueva frontera. 2. Trasgresión de una frontera establecida. 3. Profundización en la ambigüedad de una frontera difusa. Estas categorías no se deben entender como fijas, inamovibles, sino como categorías transitorias, incluso amorfas, a partir de las cuales investigamos. En esta búsqueda Circuitos Cortos intenta delimitar ciertos microterritorios, evidenciar algunos de los límites de representación conflictivos y accionar en busca de desdibujar estos límites a partir de la provocación intencional de cortocircuitos en los sistemas asumidos de representación del „otro“. Estas categorías a su vez no pretenden una trasgresión o creación de frontera definitiva, sino provocar a través del ejercicio, un elemento momentáneo desestabilizador, crear fisuras, de pronto casi desapercibidas, pero por donde se filtre un elemento ajeno a la noción establecida de políticas de identidad.

Los elementos determinantes en el desarrollo de esta investigación visual y sonora han sido: el contexto de actuación, la metodología a aplicarse, los actores – cómplices y las acciones o ejercicios.


Contexto

Partimos de la necesidad de que los ejercicios respondan a un (micro)contexto específico. El lugar o contexto es un factor determinante para la practica artística, su metodología, su contenido, y su forma. Este contexto determina y afecta directamente a la experiencia artística.

Los ejercicios planteados se han realizado como experimentos dentro de un territorio físico determinado, que presupone a su vez un territorio simbólico, donde se enuncian las narrativas dominantes de representación: las zonas turísticas y de amplia circulación de la ciudad de Quito (zona la Mariscal y Centro Histórico) y de la ciudad de Barcelona (Casco Antiguo). La diferenciación de estas dos zonas nos han permitido comparar la realización y reacción frente a un mismo ejercicio en dos contextos distintos. Si tomamos en cuenta los imaginarios a nivel nacional de estos dos países, podemos observar que en el Ecuador se discute y se plantea (lo que no presupone que se aplique) la noción de una nación multicultural, en la que la diferencia coexista en términos de igualdad; mientras que en España, país con un gobierno moderno con rezagos monárquicos, donde conviven varias naciones y millones de emigrantes, la multiculturalidad es tema de debate únicamente a nivel interno (la problemática vasca, gallega, catalana, gitana) más a nivel externo (inmigración) es solo una estrategia que encubre el endurecimiento de las leyes de extranjería. Sin embargo, más allá del discursos político, nos interesa medir en la cotidianidad los grados de racismo en dichos contextos e injerir en los mismos. El espacio público de estas dos ciudades, como territorio concreto, se convierte entonces en el espacio de conflictos, negociaciones y consensos , y es ahí donde hemos decidido llevar a cabo los ejercicios experimentales.


La metodología

El reto a nivel metodológico del proyecto Circuitos Cortos consistía en como llevar a cabo las prácticas artísticas (y su función desestabilizante) no sobre sino desde los afectados de la discriminación étnica, principio básico de acción dentro de los estudios culturales postcoloniales (Beberley ). Con el afán de no reproducir solamente un discurso de moda sobre la subalternidad camuflado bajo la pantalla artística, sino de desarrollar un proceso real de colaboración y de producción de conocimiento conjunto, optamos por una metodología flexible, adaptable a nuestras necesidades, que es la del Teatro del Oprimido, desarrollada por el brasilero Augusto Boal. Esta metodología nos permite probar y aplicar formas de cooperación, de implicación y de participación en el espacio social, a través de la aproximación activa al tema de estudio desde distintas perspectivas y de manera transdiciplinaria.

Las técnicas del Teatro del Oprimido nos brinda la posibilidad de gestionar un proceso en el que las comunidades “oprimidas” toman el poder de la (auto)representación, estableciendo, en el mejor de los casos, un diálogo en igualdad de derechos con el resto de la sociedad. Se estimular a participantes no-actores a apropiarse del lenguaje teatral para expresar sus vivencias de situaciones cotidianas, siendo esta apropiación un instrumento útil para la comprensión y la búsqueda de alternativas a problemas sociales e interpersonales. Esta metodología se aplican en las distintas fases de trabajo: desde su preparación, pasando por su realización y el posterior análisis conjunto de los ejercicios establecidos.

Siendo que la problemática del rasismo abarca tanto la conducta social, fenómeno que se da a nivel exterior (social, cultural, político, en el trato cotidiano), como la conducta individual fenómeno a nivel interior (prejuicios, inseguridades, auto -rechazo), hemos escogido dos técnicas del Teatro del Oprimido:
- La técnica del teatro invisible que consiste en el acto de poner la realidad en juego. Son acciones cortas que son representadas donde la acción podría tener lugar, es decir, en un contexto real fuera del escenario, sin que nadie, salvo los actores – cómplices, conozca que se trata de una representación anteriormente planificada. Una ficción que entra en la realidad.
- La técnica del policía en la cabeza, más próxima al psicodrama, en la que se busca representar las opresiones que han sido interiorizadas por cada individuo participante. Es decir, la opresión que trasciende de los regímenes políticos para introducirse de forma más ó menos explícita en la mente del ciudadano y que es perceptible en muchas actitudes humanas.
Así, el “espejo múltiple” de la imagen de opresión nos brinda diferentes lecturas de la problemática de la representación.

El trabajar con esta metodología contiene una serie de elementos de por sí ya desestabilizantes: por un lado tenemos los cómplices de los ejercicios, “actores no iniciados“ con la autonomía de decidir y ejecutar a su parecer durante la realización de los ejercicios, quienes enfrentan a un “público no iniciado“ que desconoce su papel de público y puede interactuar, o no, libremente, a lo que se suma una serie de factores externos que se producen en el contexto y tiempo elegido, provocándose así una serie de elementos inesperados en la realización de los ejercicios. Frente a esta situación el artista, en este caso quien funge más el papel de mediador - manipulador, pierde parcialmente el control del acontecimiento mismo.

La experimentación que realizamos en Circuitos Cortos no pretende medirse en términos de “éxito” o “fracaso” de la acción, sino más bien analizar cómo se producen las relaciones a partir de las situaciones creadas, dando importancia al proceso mismo de las distintas dinámicas establecidas.


Los actores / cómplices – micro comunidad

Para la realización de los ejercicios de Circuitos Cortos, el colectivo Las Negras, por un lado amplió este experimento a otras microcomunidades y, por el otro trabajó desde una perspectiva autoreferncial.

Además de los tres miembros base de Las Negras, como actores –cómplices en los ejercicios participaron:
- En Quito: dos jóvenes negros ecuatorianos.
- En Barcelona: tres jóvenes negros emigrantes procedentes de Gambia.

Es imposible clasificar a los distintos actores de los ejercicios bajo una misma categoría de micricomunidad. A pesar de un elemento común que les afecta a todos, en distintas medidas, como es la discriminación étnica o por precedencia, cada individuo posee distintas determinaciones de género, clase social, pertenencia, educación, relación con el contexto establecido, compromiso político, etc. Por lo que cada actor (con capacidad de decisión, acción, improvisación, propuesta, análisis, etc. en cada ejercicio) dio un enfoque distinto a la problemática planteada, ampliando y enriqueciendo la experiencia y sus lecturas.

Bajo la premisa de la multiplicidad de puntos de vista en la construcción y producción de los ejercicios, tratándose de trabajos de participación activa y creativa de distintas personas, cabe cuestionar el papel del artista tradicional y la noción de autoría. El rol del artista requiere una interpretación distinta. Frente a esto el colectivo Las Negras se entiende como un colectivo ampliable, una plataforma de acción en el que se incorpora, según los requerimientos de las investigaciones, distinta gente reconociendo la co-autoría de los participantes.


Las acciones o ejercicios – experiencia artística

Concebimos al arte como espacio de actuación posible en un territorio.

Las acciones o ejercicios de Circuitos Cortos intentan detectar conflictos, y a partir de ellos acelerar o mitigar la tensión permanente en el espacio público. Estos ejercicios son planteados como una investigación de campo: partimos de una hipótesis teórica, para luego ponerlos a prueba en el escenario “real” y, posteriormente, a partir del análisis de los resultados (de lo que ocurrió) establecer nuevos enunciados (experimentos).

Se intenta moverse dentro de las convenciones sociales establecidas, asumidas como “naturales” y tratar, desde dentro, de crear elementos desestabilizadores. Miguel Ángel Hernández Navarro al referirse al arte contextual propone como estrategia la “copresencia” que borra la línea que separa al trabajo artístico del público en un contexto: „actuar parei et autrement, es decir, con la realidad, dentro de ella, como un ser entre las cosas, pero de una manera distinta a la cotidiana, para enseñar, mostrar y, sobre todo, experimentar otras formas de relación con el contexto.“

Los ejercicios son planteados a manera de juego, es decir, situaciones concretas que tienen sus propias reglas (secretas) a seguir, que no corresponden a las reglas sociales de la cotidianidad aunque se camuflan entre ellas. Como todo juego, los ejercicios son momentáneos, que aparece para luego desaparecer, son un paréntesis de la realidad. En ellos apuntamos hacia el humor (humor es, cuando a pesar de todo, se ríe) como un elemento importante para la reflexión. Y buscamos también acortar la distancia entre productor, actor y receptor.

Las acciones de Circuitos Cortos son experimentos que buscan una manera diferente de percibir, habilitar, participar e interactuar en el territorio, planteado así nuevas posibles significaciones en el territorio determinado. “La actividad artística: una actividad que pretendidamente interfiere en el territorio y que platea cuestiones basadas en la reconfiguración del espacio público desde una perspectiva postdiciplinaria.” Buscamos que la resignificación de los territorios se de tanto in situ, en el lugar donde se realiza el juego (tanto a nivel exterior – espectadores, como interior – investigadores y actores), como en los momentos post-acción, al sociabilizar las experiencias, la documentación y los productos artísticos a otros públicos.



Tomando en cuenta todos los factores anteriormente mencionados podemos decir que Circuitos Cortos busca generar un pensamiento teórico – práctico, a través de la realización de actividades artísticas basadas en la experimentación, generando situaciones concretas a través de intervenciones puntuales en el espacio público, propiciando procesos participativos y un análisis de las representaciones simbólicas de carácter crítico. Con esto intentamos una redefinición simbólica en el microterritorio social.

El discurso de la subalternidad, siendo el subalterno ya una figura histórica, tanto a nivel de representaciones culturales como de autorepresentaciones, se reconoce como una manera de existir en el mundo resistiendo al poder. Benita Perry ve, a pesar de la desigualdad estructural, a lo subalterno como la capacidad de acción cultural disidente, y al artista como trasmisor de dicha voz. Varias propuestas del arte activista en esta línea, demandan no solo tomarse los espacios sino transformarlos, midiendo su éxito en el impacto social logrado. Defienden la suplantación frente al simulacro del arte, argumentando que este último no logran realmente desestabilizar, no traen consecuencias reales, son un engaño temporal, es solo un juego. Frente a esta argumentación en Circuitos Cortos nos preguntamos: No es el arte de por si un simulacro? No es el artista simplemente un filtro perverso que se apropia y manipulas los enunciados? No es a través del juego que los niños a-prenden las reglas y códigos sociales?

Entendemos al arte capaz de producir un pensamiento teórico y práctico establecido en un nivel específico del conocimiento humano, que no es ni la ciencia, ni la política, y que puede transgredir los discursos establecidos, incluso el de la subalternidad en este caso. Sus relatos simbólicos, tienen la capacidad de recoger de manera ordenada, la experiencia de los sujetos de un contexto y tiempo determinados, brindándonos información del mundo, de las otras dimensiones de conocimiento que están fuera de la ciencia.

La subalternidad es algo emergente, volátil, fácilmente absorbido por el sistema dominante. El momento que la producción artística es escuchada por la sociedad, se legitima, es absorbida como producto cultural por la institución de manera cada vez mas voraz y rápida, es incluso “puesta de moda”, perdiendo así gran parte de su carácter disidente. El único modo de sobrevivencia de la subalternidad es su constante trasformación, manteniéndose en un campo ambiguo que le defienda de la categorización.

El arte, de por sí simulacro, tiene la capacidad de crear universos simbólicos paralelos al “real” o dominante. Y la potencialidad del simulacro, asumido como engaño, fake, juego temporal, brinda a quienes participa de él (sea de manera conciente o inconciente) la posibilidad de experimentar ese otro universo. El arte, como el juego, se permite acciones que no son posibles en otro contexto, protegidas por códigos sociales y legales propios de su medio. El arte vendría a ser el juego de los adultos y, en la confrontación en el juego es donde está el potencial trasformador.

El arte al trabajar con símbolos debe apostar por la subjetividad aún no cautiva por los mas media y el espectáculo, aún no teorizada por la ciencia. Contraponerse al vaciamiento de los signos del espectáculo, cargados de estereotipos y generalidades, logrando que lo crítico estético devenga político. El sujeto artista, con capacidad de intervención y creación de narraciones simbólicas es la figura capaz de mantener y/o producir la subjetividad. Vemos al arte, sus materialidades y gestos, como reconfigurador de los procesos de significación, mediador en la organización social de las imágenes, reforzando o cuestionando los códigos. El artista es capaz de establecer otros modos de reorganización de los signos, que le den una nueva experiencia al espectador. Y esta nueva subjetividad, al ser “narrada” se trasforma en conocimiento.

Claro que ahí se entra nuevamente en los juegos de poder simbólicos, siendo posible que la subjetividad y el conocimiento producido por el narrador artista vulva a legitimar, o no, un relato jerarquizarte. Es ahí donde es importante rescatar el valor de las diferencias, no entender a la subjetividad como única sino apostar por la pluralidad de la subjetividad, rescatar la noción de la diversidad frente a la de la igualdad, confrontar visiones, establecer distinciones, plantear no categorías absolutas sino contextuales.

Implica también no quedarse únicamente en la institución, que legitima discursos, sino apropiarse de escenarios ambulantes (espacio público, la radio, internet, revistas, etc.) interpelando así a distintos públicos. Un arte en transito. Un experimento. Un discurso infiltrado, en el “entre lugar” que abre líneas de fuga desde dentro del sistema al que se opone. De esta manera se puede trabajar la alteridad, a través de complejizar los juegos de identidad, de desorientar la linealidad, a través del error, lo difuso, lo rebelde, de lo que no se deja clasificar.
Noviembre 2008

1 comentario:

  1. interesante.... resuma... y haga link a un pdf con todo...

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